¿Cómo hablar del Espíritu Santo, qué decir de él? Porque el Espíritu Santo no tiene nombre para que le llamemos, ni rostro para que le veamos. Delata su presencia «con gemidos inenarrables» (Rom 8,26), como el viento imprevisible que no sabemos ni de dónde viene ni adónde va (Jn 3,8). Sólo los que saben escuchar esos gemidos pueden decirnos algo de él…