Lo esencial de nuestra vida cristiana es hacer la voluntad de Dios, pues el que la hace vive para siempre (1 Jn 2, 17). Nuestro modelo es Cristo, el cual pudo decir que su alimento era hacer la voluntad del que le había enviado para llevar a cabo su obra de salvación y que siempre hacía lo que le agradaba a su Padre. Debemos, pues, de estar configurándonos permanentemente con Cristo.